LA SOLEDAD DEL CORREDOR DE FONDO
“Alan Sillitoe” escribió un libro titulado «La soledad del corredor de fondo». Era una recopilación de relatos que cayó en mis manos hace ya muchos años. Al principio me dirigí a él invocado por su título, en aquella época en la que el deporte llenaba todo el espacio en mi vida. No era lo que esperaba, la verdad. Pensaba encontrar otra cosa.
En uno de sus relatos, el que da título al libro, un ladronzuelo internado en un reformatorio, con aptitudes para la carrera de fondo, da vueltas al patio y los exteriores, preparando una competición entre centros penitenciarios. El personaje se plantea a sí mismo una profunda reflexión: <<… yo tampoco soy tan bobo como parecería si tratase de escaparme por ahí aprovechando la competición, porque fugarse para que luego te pillen no es más que una pérdida de tiempo, y yo no tengo ganas de perderlo>>.
Años más tarde, cuando la afición a la lectura germinó en mí, volví a leerlo y descubrí que es algo más, es un relato sobre la dignidad de los vencidos, de los oprimidos; sobre la relación de oposición con los poderosos; sobre aquellos que nada tienen y que luchan por salir a flote.
Pero en mi primera incursión yo trataba de encontrar el significado de correr durante bastante tiempo sin más compañía que tú mismo y tus propios pensamientos. ¿Qué pensaría un corredor mientras <<disfrutaba>> de su esfuerzo? Encontré poco de lo que buscaba. Al menos, no la respuesta que esperaba.
Hoy, tras haber dado muchas vueltas en la vida y volver a sentir que el deporte vuelve a llenar un gran espacio de ella, creo que he encontrado un significado. Correr durante bastante tiempo (que cada uno ponga la distancia y el tiempo que crea oportuno), sirve para algo más que para cuidar tu salud. Los efectos saludables de la carrera continua están más que demostrados, pero nadie habla de los efectos saludables para la mente.
Cuando era joven y hacía mucho deporte, bastante más que ahora, salía a correr a menudo. Prácticamente todos los días. Muchas veces porque yo me lo imponía. Otras, también muchas, para recapacitar en mi comportamiento. Sí. Como terapia.
Siempre traté de ser un hijo respetuoso con mis padres. Y cuando tenía alguna diferencia de opinión con ellos, en vez de discutir y empezar una pelea (algo que hacen ahora más de uno, padres e hijos), callaba, oía y no respondía. Luego me ponía mi calzona, mi camiseta y mis zapatillas (en Sevilla le decíamos botines), y me iba a correr. Durante algo más de una hora.
En ese tiempo, mi cabeza iba pensando una y otra vez en lo ocurrido, en lo que me habían dicho mis padres; en mi respuesta no formulada; en lo que pensaba. Le daba vueltas continuamente. Cuando llegaba de vuelta a casa, ya fuera por el cansancio, ya fuera porque había meditado realmente lo hablado, mi enfado se había ido y me sentía más feliz y relajado.
Por ello, la soledad del corredor de fondo, es algo más que un ejercicio para el cuerpo. Es un bienestar para la mente. Te da tiempo de pensar, de ser tú mismo, sin interferencias, sin injerencias.
Así que, si algún día me veis por ahí, enfundado en ropa de deporte, corriendo con los cascos puestos y absorto de todo, y aun así voy sonriendo, no me tachéis de loco. Tan solo voy disfrutando de mi propia soledad mientras trabajo mi mente.
Jcgescritor 05/04/2018